Cerveza de garaje
Me lleva gustando la cerveza ya unos años, casi, casi desde que tengo memoria. Pero antes, era otra cosa.
Cuando era joven, en España, hace ya mucho tiempo, la cerveza era un líquido amarillo, amargo y refrescante, entre 4º y 5º de alcohol. Estaba buena, y no había otra cosa. Así que se bebía y listo. Y a ser posible en grandes cantidades.
Luego empecé a descubrir «la cerveza alemana» tipo Pilsen. Rubia, suave, mucho más compleja que lo que bebía en España. Estaba rica, pero… donde estuviera el líquido amarillo. Dónde va a parar.
Luego algunas belgas. Unas bueno, otras no tan bueno, otras sabían a frutas o a especias. En general, ni comparación con el líquido amarillo. Vamos, la mayoría de las belgas ni sabían a cerveza. Quita, quita…
Luego las americanas cuando tuve la suerte de venir a estudiar a EE.UU. Eran igual que el líquido amarillo, pero sin sabor, sin color, sin «na de na». Una sosería. El líquido amarillo seguía siendo el patrón oro. No había nada igual.
Y después, aunque también hace muchos años, volví de nuevo a vivir a EE.UU. Primero al lado de Boston, donde descubrí Sam Adams y su famosa Boston Lager. Aquello estaba bueno. Pero el líquido amarillo aún seguía ahí, marcando la pauta. Boston Lager estaba bien porque era eso o líquido amarillo insulso de cervecería gigantesca americana. Empecé a beber otras cosas, sobre todo cervezas de temporada, y sí, estaban buenas. Pero el líquido amarillo seguía ahí. El líquido amarillo era «cerveza de verdad»
Y aquí empezó el cambio. Por cosas de la vida me vine a vivir al lado de Seattle. Y aquí descubrí que a pocos kilómetros de mi casa había cervecerías como Red Hook y Mac & Jack’s donde hacían visitas guiadas y contaban historias de los diferentes tipo de cervezas que hacían. ¿Qué diferentes tipos? Yo siempre había pensado que la cerveza era rubia, oscura y negra. Ah, y de trigo, una suavecita que hacen los alemanes para el verano. Poco a poco empecé a beber otras cosas cada vez «más raras», cada vez más atrevidas. Y estaban buenas. Cuando volvía a España el líquido amarillo seguí ahí, pero ya no era lo mismo. Y cada año era menos lo mismo. Era hasta un poco aburrido.
Y del líquido amarillo como única cerveza existente pasé al líquido amarillo como una cerveza más y ahora a intentar hacer mi propia cerveza en el garaje. Y así nace mi blog, Cerveza de Garaje, aunque yo, contrariamente a lo que hacen la mayoría de los cerveceros caseros de los alrededores, no la hago en el garaje. Por ahora, me apaño con la cocina, y en el futuro utilizaré un pequeño taller que tengo en lo que antes era el segundo garaje de la casa. Y ¿porqué el nombre? Porque hace unos meses, un amigo me mandó un artículo del diario El País diciéndome algo así como: «Espabila, que te han levantado la idea». El artículo se titulaba Una cerveza de garaje y «la idea» era que todo esto de la cerveza artesana tendría éxito en España. Me gustó el nombre y fue el que elegí cuando pensé en empezar a escribir este blog.
Así que de aquí en adelante espero ir contando mis aventuras y desventuras haciendo cerveza de garaje. Espero que este blog en algún momento también pueda servir de ayuda para otros que empiecen con el hobby, aunque por ahora el que más ayuda va a necesitar voy a ser yo.
¡Salud!